15/9/08

SUBDESARROLLO SUSTENTABLE Y CONSERVACIONISMO

• Actividad Minera Revista, Buenos Aires - Nº 85 – Año XVII – Septiembre – Octubre 2008, 21-23.
• Reproducido por Voces de Anta-Hualan - Catamarca, 24 de Noviembre del 2008 - Edición Nº 81.
• Reproducido por Catamarcaya.com - Catamarca 26 de Noviembre del 2008.
• Reproducido por sin-censuras.com.ar - Malargüe, 24-29 agosto del 2009.
• Reproducido por Diario UNO - Mendoza, 21 de septiembre del 2009.

Los grupos conservacionistas, en supuesta defensa del “desarrollo sustentable”, siguen presentando una oposición sistemática a emprendimientos industriales y mineros. Proyectos como San Jorge y Potasio Río Colorado son atacados, a pesar de cumplir con la ley 7722, ley mendocina que prohíbe la utilización en minería de cianuro y sulfúrico, insumos que siguen siendo utilizados en varias otras industrias de la provincia, como el sulfúrico en la refinación de petróleo, y el cianuro en la clarificación de vinos, vinagres y mostos, galvanoplástia y metalurgia.

A pesar de no existir ninguna evidencia de contaminación ambiental en las minas activas en el país, el conservacionismo ha instalado en la mitología popular que la minería es contaminante y no es ambientalmente sustentable. Por qué lo hace?.

Que es el desarrollo sustentable? Según la definición de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo es: “Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”. Esta definición abarca tres dimensiones: la económica, pues hablamos de desarrollo; la social, con beneficio a la comunidad, y la ambiental, referida al impacto sobre la naturaleza.

Es esto de lo que hablan los conservacionistas?, les preocupa realmente el desarrollo económico y social preservando el medio ambiente?.

Producir y consumir sólo lo necesario...... El discurso conservacionista nos plantea la necesidad de consumir y producir sólo aquellas cosas necesarias; idea atractiva, que merece ser estudiada en detalle. Como paradigma de lo superfluo, nos presentan al Oro. Considerar el consumo de oro como prescindible y suntuario, es similar a tomar al turismo, la industria del automóvil, cosmética, vitivinicultura, bebidas o de la indumentaria y moda como innecesarias. Efectivamente, el ser humano puede sobrevivir con menos oro, sin turismo, sin vino, con tres modelos básicos de ropa, tomando agua y leche, y usando medios públicos de transporte. De hecho, un sudanés o un etíope, producen, consumen y están rodeados de bienes y servicios casi absolutamente imprescindibles. Un sueco, un alemán o nosotros mismos, producimos, consumimos y estamos rodeados de mayoría de productos prescindibles. Lo que diferencia a una sociedad pobre y subdesarrollada de una rica y desarrollada es la producción y consumo de artículos suntuarios.

Ya existe un mecanismo muy eficiente que determina qué bienes y servicios son necesarios, y las cantidades en que deben ser producidos. La libre concurrencia de consumidores y productores establece los niveles de precio de cada bien o servicio, y determina la oportunidad y necesidad de incrementar o disminuir su producción, a partir del interés o no de los consumidores, de lo que estén dispuestos a pagar por ellos.

Los conservacionistas plantean reemplazar este sistema por algún consejo de notables, asambleas populares o algún otro tipo de cuerpo colegiado que establezca cuales son las “necesidades reales” de consumo y producción de los bienes. Quieren sustituir la libre elección de cada individuo, por el dictamen de un grupo de gente que se atribuye la capacidad de decidir por nosotros. Obviamente, para que esa decisión tenga efecto, debe contar con el poder coercitivo del Estado.

Ese experimento ya se hizo a escala mundial, duró más de 70 años en el siglo pasado y abarcó a la URSS y países de su órbita, se llama “economía centralmente planificada”. Culminó en un rotundo fracaso político - económico, y en una catástrofe ambiental. Y no sólo hablamos de Chernobyil, entre los desastres también están Norilsk, Bakú, o la Península de Kola. Experimentos menores, pero con resultados parecidos, se realizaron en otros estados totalitarios, con el fascismo en Italia y Alemania, o la Camboya de Pol Pot.

La historia nos muestra que siempre que se anulan las libertades económicas de la gente, el resto de las libertades públicas también desaparece. Cuando algún grupo de notables, nomenclatura, soviets, partido o asamblea, utilizando el poder coercitivo del Estado impone qué y cuánto se produce y consume, el Estado se convierte en el actor más importante de la economía y eso condiciona todas las demás libertades, hasta las más elementales, de expresión, de tránsito, de reunión, e incluso religiosa. El siglo pasado nos muestra tristes ejemplos de ello, con millones de muertos, que empalidecen las catástrofes ambientales provocadas, ante las que nadie podía hacer manifestación alguna de protesta.

Deseo creer que en su ingenuidad, los conservacionistas ignoran las consecuencias de lo que nos están proponiendo.

O es que entienden otra cosa por “desarrollo sustentable”?

Jorge Orduna, en su libro Ecofascismo nos da la respuesta: para esta gente el problema de la eventual contaminación es secundario, van mucho más allá. En el concepto de “desarrollo sustentable” que ellos manejan, la parte de desarrollo pasa a un segundo plano, sólo les importa lo “sustentable” en su ideal conservacionista y no les preocupa la marginación, el desempleo o la pobreza. Consideran que la única forma de hacer sustentable nuestro planeta es impedir el desarrollo económico, para que no se agoten los recursos. Ven como un verdadero problema que decenas de millones de personas se incorporen a la vida digna y al consumo, cada año en China, en la India, en Vietnam o en nuestra América del Sur. Entienden que eso presiona sobre los recursos y sobre el ambiente. Esta ideología, que nace en las sociedades desarrolladas, desea preservar para los que ya viven bien, los paisajes, el ambiente y los recursos, para su disfrute. La incorporación de gente a la vida digna, pone en peligro su mundo, y eso es lo que quieren conservar.

Como dice Orduna, estos militantes del subdesarrollo consideran que el trabajo infantil, “cazar monos con arco y flecha, tejer con telares manuales, prostituirse a los turistas, es desarrollo sustentable”. Para ellos, el mismo desarrollo económico no es sustentable, porque genera mayor consumo de recursos y produce contaminación. Ven al desarrollo, como el enemigo a combatir. Serían mucho más sinceros si llamaran a las cosas por su nombre, y explicaran que en realidad nos proponen un “subdesarrollo sustentable”.


Mi agradecimiento al economista, Dr. Juan Carlos de Pablo, por la lectura crítica y comentarios.